sábado, 28 de febrero de 2009

Santificación

A. La importancia de una interpretacion correcta

La doctrina de la santificación adolece de malos entendidos a pesar del hecho de que la Biblia provee de una revelación extensa acerca de este importante tema. A la luz de la historia de la doctrina es importante observar tres leyes de interpretación.

1. El entendimiento correcto de la doctrina de la santificación depende de todo lo que la Escritura contenga con relación a este tema. La presentación escritural de esta doctrina es mucho más extensiva de lo que parece a aquel que únicamente lee el texto español; pues la misma palabra original, griega o hebrea, que se traduce «santificar», en sus diferentes formas, se traduce también «santo», ya sea en forma de sustantivo o de adjetivo. Por lo tanto, si vamos a contemplar esta doctrina de las Escrituras en todo su alcance, tenemos que examinar no solo los pasajes donde aparece la palabra «santificar», sino también aquellos donde se emplea la palabra «santo» en sus distintas formas.

Levítico 21:8 ilustra la similitud de significado entre las palabras «santo» y «santificar» según el uso de la Biblia.

Hablando de los sacerdotes, Dios dice: «Le santificarás, por tanto, pues el pan de tu Dios ofrece; santo será para ti, porque santo soy yo Jehová que os santifico.» La misma palabra original, usada cuatro veces en este texto, se traduce en tres formas diferentes: «santificarás», «santifico» y «santo».

2. La doctrina de la santificación no puede interpretarse por la experiencia. Solamente uno de los tres aspectos de la santificación se relaciona con los problemas de la experiencia humana en la vida diana. Por lo tanto, Ia enseñanza de la Palabra de Dios no debe sustituirse por un análisis de alguna experiencia personal. Aun en el caso de que la santificación estuviese limitada a la esfera de la experiencia humana, no habría experiencia que pudiera presentarse en forma indiscutible como ejemplo perfecto, ni habría una explicación humana de esa experiencia que fuera capaz de describir en su plenitud esa divina realidad. Es la función de la Biblia interpretar la experiencia, antes que ésta pretenda interpretar la Biblia. Toda experiencia que viene por obra de Dios debe estar de acuerdo a las Escrituras.

3. La doctrina de la santificación debe encuadrarse en el contexto de Ia doctrina bíblica. El dar un énfasis desproporcionado a cierta doctrina, o el hábito de buscar toda la verdad siguiendo solamente una línea de enseñanza bíblica, conduce a serios errores. La doctrina de la santificación, al igual que cualquier otra doctrina de las Escrituras, representa y define un campo exacto dentro del propósito de Dios, y puesto que ella tiende a fines bien determinados, sufre tanto cuando es exagerada como cuando es presentada en forma incompleta.

B. El significado de las palabras que se relacionan con la santicación

1. «Santificar», en sus varias formas, es usada 106 veces en el Antiguo Testamento v 31 veces en el Nuevo Testamento y significa «poner aparte», o el estado de separación. Tiene que ver con posición y relación. La base de la clasificación es que la persona o cosa ha sido puesta aparte, o separada de los demás en posición y relación delante de Dios, de lo que no es santo. Este es el significado general de la palabra.

2. «Santo», en sus varias formas, es usado airededor de 400 veces en el Antiguo Testamento y 12 veces en el Nuevo Testamento, con relación a los creyentes y dando a entender el estado de separación o ser puesto aparte, o ser separado de aquello que no es santo. Cristo fue «santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores». Por consiguiente, Él estaba santificado. Pero hay también algunas cosas que las palabras «santo» y «santificar», en su uso bíblico, no implican.

a) No implican necesariamente Ia impecabilidad, pues leemos de «gente santa>>, «sacerdotes santos>>, «profetas santos>>, «apóstoles santos>>, «hombres santos>>, «mujeres santas>>, hermanos santos>>, «monte santo» y >. Ninguno de ellos estaba sin pecado delante de Dios. Eran santos de acuerdo a alguna norma que constituya la base de su separación de otros. Aun los cristianos de Corinto, quienes estaban cometiendo una gran falta, fueron llamados santos. Muchas cosas inanimadas fueron santificadas, y éstas no podían estar relacionadas con el problema del pecado.

b) La palabra «santo» no implica necesariamente finalidad. Todas las personas que mencionamos en el punto anterior fueron llamadas repetidamente a unos niveles más altos de santidad. Ellas fueron apartadas una y otra vez. Las personas o cosas llegaban a ser santas cuando eran apartadas para un propósito santo. Así fueron ellas santificadas.

3. «Santo» se usa con relación a Israel cerca de cincuenta veces y con relación a los creyentes alrededor de sesenta y dos veces; se aplica solo a personas y tiene que ver con su posición ante Dios. En este caso, la palabra no se asocia con la clase de vida de los creyentes. Ellos son santos porque han sido particularmente separados en el plan y propósito de Dios. Son santos porque han sido santificados.

En varias epístolas (Ro. 1:7; 1 Co. 1:2) los creyentes son identificados como aquellos que son «llamados a ser santos». Esto es muy engañoso; las palabras «llamados a ser» deberían omitirse. Los cristianos son santos mediante el llamado de Dios. Los pasajes antes citados no están anticipando un tiempo cuando los hijos de Dios llegarán a ser santos. Ellos ya están santificados, apartados y, por consiguiente, ya son santos.

La santidad no es algo progresivo. Cada persona nacida de nuevo es tan santa en el instante de su salvación como lo será en el tiempo futuro y en la eternidad. La iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo. ha sido llamada a apartarse, a formar un pueblo separado; ellos son los santos de esta dispensación. De acuerdo al uso de estas palabras, todos ellos están santificados. Todos ellos son santos. Debido a que ignoran la posición que tienen en Cristo, muchos cristianos no creen que ellos son santos. Entre los títulos que el Espíritu da a los hijos de Dios, solo hay uno que se usa más que el de santos. Los creyentes son llamados «hermanos» 184 veces, «santos» 62 veces y «cristianos» solamente 3 veces.

C. Los medios de santificación

1. Por causa de su infinita santidad Dios mismo —Padre, Hijo y Espíritu—es eternamente santificado. Él está puesto aparte y separado de todo pecado. Él es santo. El Espíritu es llamado Espíritu Santo. Él es santificado (Lv. 21:8; Jn. 17:19).

2. Dios —-Padre, Hijo y Espíritu— santifica a otras personas.

a) El Padre santifica (1 Ts. 5:23).
b) El Hijo santifica (Ef. 5:26; He. 2:11; 9:12, 14; 13:12).
c) El Espíritu santifica (Ro. 15:16; 2 Ts. 2:13).
d) Dios el Padre santificó al Hijo (Jn. 10:36).
e) Dios santifico a los sacerdotes y al pueblo de Israel (Ex. 29:44; 31:13).
f) La voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Ts. 4:3).
g) Nuestra santificación de parte de Dios se efectúa: por medio de nuestra unión con Cristo (1 Co. 1:2, 30); por la Palabra de Dios (Jn. 17:17; cf. 1 Ti. 4:5); por la sangre de Cristo (He. 9:13; 13:12); por el cuerpo de Cristo (He. 10:10); por el Espíritu (1 P. 1:2); por nuestra propia elección (He. 12:14; 2 Ti. 2:21, 22); por la fe (Hch. 26:18).

3. Dios santifica días, lugares y cosas (Gn. 2:3; Ex. 29:43).

4. El hombre puede santificar a Dios. Esto puede hacerlo al poner a Dios aparte en el pensamiento como un Ser santo. Santificado sea tu nombre> (Mt. 6:9). Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones (1 P. 3:15).

5. El hombre puede santificarse a sí mismo. Muchas veces Dios llamó a los israelitas a que se santificaran a sí mismos. Él nos exhorta: «Sed santos porque yo soy santo.» También: «Así que, si alguno se limpia de estas cosas [vasos de deshonra e iniquidad], será instrumento para honra, santificado, útil al Señor» (2 Ti. 2:21). La auto santificación se puede realizar solamente por los medios divinamente provistos. Los cristianos son exhortados a presentar sus cuerpos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Ro. 12:1). Se les exhorta a salir de en medio de los hombres y apartarse de ellos (2 Co. 6:17). Teniendo estas promesas, ellos deben limpiarse «de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios> (2 Co. 7:1). «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne» (Ga. 5:16).

6. El hombre puede santificar a personas y cosas. «Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serian inmundos, mientras que ahora son santos (santificados» (1 Co. 7:14). Moisés santificó al pueblo (Ex. 19:14). «Y santificaron la casa de Jehová» (2 Cr. 29:17).

7. Una cosa puede santificar a otra. «Porque ¿Cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?» «¿Cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?» (Mt. 23:17, 19).

En esta limitada consideración de las Escrituras sobre el tema de la santificación y la santidad se hace evidente que el significado de la palabra es separar con un propósito santo. Lo que es puesto aparte no siempre es purificado. A veces, lo que es separado puede participar del carácter de santidad, y en otras ocasiones esto es imposible, como cuando se trata de cosas inanimadas. Sin embargo, una cosa que en sí misma no puede ser santa ni tampoco no santa, es tan santificada cuando Dios la separa como lo es una persona cuyo carácter moral puede ser transformado. También es evidente que, cuando estas cualidades morales existen, la limpieza y purificación son requeridas, aunque no siempre (1 Co.7:14).

D. Los tres aspectos principales de la santificación

Aunque el Antiguo Testamento contiene una extensa revelación de la doctrina de la santificación, especialmente relacionada con la ley de Moisés e Israel, el Nuevo Testamento proporciona una clara visión de los principales aspectos de la santificación. El Nuevo Testamento considera tres divisiones de la doctrina: 1) santificación posiciónal, 2) santificación experimental, 3) santificación final.

1. La santificación posicional es una santificación y una santidad que se efectúa por Dios a través del cuerpo y la sangre derramada de nuestro Señor Jesucristo. Los creyentes han sido redimidos y purificados en su preciosa sangre; se nos han perdonado todos nuestros pecados y hemos llegado a ser justos por medio de nuestra identificación con Él; justificados y purificados. Ellos son los hijos de Dios. Y todo esto indica una separación y clasificación profunda y eterna, por medio de la gracia salvadora de Cristo. Esta basada sobre los hechos de una posición que son una verdad para cada cristiano. De ahí que se dice que cada cristiano esta posicionalmente santificado y es un santo delante de Dios. Esta posición no tiene otra relación con la vida diana del creyente que la de poder inspirarle a vivir santamente. De acuerdo a las Escrituras, la posición del cristiano en Cristo es el incentivo más poderoso para una vida de santidad.

Las grandes epístolas doctrinales observan este orden. Declaran primero las maravillas de la gracia salvadora, y entonces concluyen con una exhortación a los creyentes para que vivan de acuerdo a la nueva posición que Dios les ha concedido (cf. Ro. 12:1; Ef. 4:1; Col. 3:1). No hemos sido aceptos en nuestros propios méritos; somos aceptados en el Amado. No somos justos en nosotros mismos: Él ha sido hecho nuestra justicia. No somos redimidos en nosotros mismos, sino que Cristo ha venido a ser nuestra redención. No somos santificados posicionalmente por la clase de vida que diariamente estamos viviendo; sino que Él nos ha sido hecho nuestra santificación. La santificación posicional es tan perfecta como Él es perfecto. Del mismo modo como Él ha sido puesto aparte, nosotros, los que estamos en Él, hemos sido puestos aparte.

La santificación posicional es tan completa para el más débil como para el más fuerte de los santos. Depende solamente de su unión y posición en Cristo. Todos los creyentes son considerados como « dos santos». Y también como «los santificados» (nótese Hch. 20:32; 1 Co. 1:2; 6:11; He. 10:10, 14; Jud. 1). La prueba de que, a pesar de su imperfección, los creyentes están santificados y son, como consecuencia, santos, se encuentra en 1 Corintios. Los cristianos de Corinto vivían una vida no santa (1 Co. 5:1-2; 6:1-8), y, sin embargo, dos veces se dice que ellos habían sido santificados (1 Co.1:2; 6:11).

Por su posición, entonces, los cristianos son correctamente llamados «los santos hermanos», y «santos». Ellos han sido «santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez (He. 10:10), y son «nuevos hombres» creados «conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad» (Ef. 4:24). La santificación posicional y la santidad posicional son santificación y santidad «verdaderas». En su posición en Cristo, el cristiano es justo y acepto delante de Dios para siempre. Comparado con esto, ningún otro aspecto de esta verdad puede tener igual importancia. Sin embargo, no debe concluirse que una persona es santa o santificada solo porque se diga que está en una posición santa o de santificación.

Aunque todos los creyentes están posicionalmente santificados, no hay referencias en las Escrituras a su vida diaria. El aspecto de la santificación y la santidad de la vida diaria se encuentra en un conjunto muy diferente de porciones de la Escritura que pueden asociarse bajo el tema de la santificación experimental.

2. La santificación experimental es el segundo aspecto de la doctrina en el Nuevo Testamento y tiene que ver con la santificación como una experiencia para el creyente. Así como la santificación posicional está absolutamente desligada de la vida diaria, así la santificación experimental está absolutamente desligada de la posición en Cristo. La santificación experimental puede depender: a) del grado de rendición del creyente a Dios, b) del grado de separación del pecado, c) del grado del crecimiento espiritual.

a) La santificación experimental es el resultado de la rendición a Dios. La completa dedicación de nosotros mismos a Dios es nuestro culto racional: «Así que, hermanos, os ruego pon las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio viva, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional» (Ro. 12:1). Hacienda esto, el cristiano es puesto aparte pan su propia elección. Esta es una voluntaria separación para Dios y es un aspecto importante de la santificación experimental. «Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación» (Ro. 6:22).
Lo mismo que en el caso de la justificación y del perdón, la santificación no se puede experimentar como sentimiento o emoción. Una persona puede disfrutar de paz y tener plenitud de gozo por creer que él está puesto aparte para Dios. Así también, par el hecho de rendirse a Dios, se hace posible una nueva plenitud del Espíritu, que produce bendiciones antes no conocidas. Esto puede suceder gradual a súbitamente. Peno en todo caso no es la santificación lo que se experimenta; es la bendición del Espíritu realizada a través de la santificación o de una separación para Dios.

b) La santificación experimental es el resultado de la liberación del pecado. La Biblia toma en cuenta los pecados de los cristianos de una manera completa. No enseña solamente que los que no tienen pecado son salvos; pon el contrario, existe una exacta consideración de ellos y una abundante provisión pana los pecados de los santos. Esta provisión puede sen preventiva y curativa.

Hay tres provisiones divinas para la prevención del pecado en el cristiano: 1) La Palabra de Dios con sus claras instrucciones (Sal. 119:11); 2) el ministerio actual de intercesión que Cristo realiza desde el cielo (Ro. 8:34; He. 7:25; cf. Lc. 22:31-32; Jn. 17:1-26); y 3) el poder capacitador del Espíritu que mona en el creyente (Ga. 5:16; Ro. 8:4). Sin embargo, si el cristiano cae en pecado, hay un remedio provisto por Dios, y es el oficio de abogado defensor que Cristo realiza desde el cielo en virtud de su muerte expiatoria. Solamente por este medio pueden ser guardados con seguridad los imperfectos creyentes.

Es imperativo que Dios prevenga el pecado en el caso de cada hijo suyo, por cuanto mientras el creyente esté en el cuerpo, conservará su naturaleza caída y será vulnerable al pecado (Ro. 7:21; 2 Co. 4:7; 1 Jn. 1:8). Las Escrituras no prometen la erradicación de esta naturaleza; en cambio, promete una victoria permanente, momento a momento, por el poder del Espíritu (Ga. 5:16-23). Esta victoria será realizada cuando se la reclame por fe y se cumplan las condiciones necesarias para una vida llena del Espíritu.

Jamás se dice que la naturaleza pecaminosa misma haya muerto. Fue crucificada, muerta y sepultada con Cristo; pero puesto que esto sucedió hace dos mil años y aún la vemos en acción, la expresión se refiere a un juicio divino contra la naturaleza pecaminosa que fue ejecutado en Cristo cuando Él «murió al pecado». No existe una enseñanza bíblica en el sentido de que algunos cristianos han muerto al pecado y otros no. Los pasajes incluyen a todos los que son salvos (Ga. 5:24; Cal. 3:3). En la muerte de Cristo todos los creyentes han muerto al pecado; pero no todos los creyentes han tomado posesión de las riquezas provistas en aquella muerte. No se nos pide que muramos experimentalmente, o que pongamos en práctica su muerte; se nos pide que nos «consideremos» muertos al pecado. Esta es responsabilidad humana (Ro. 6:1-14).

Toda victoria sobre el pecado es en sí misma una separación hacia Dios y, por lo tanto, es una santificación. Esa victoria debiera ir en aumento a medida que el creyente se va dando cuenta de su incapacidad y comienza a maravillarse en el poder divino.

c) La experiencia de la santificación está relacionada con el crecimiento cristiano. A los cristianos les falta madurez en la sabiduría, el conocimiento, la experiencia y la gracia. Se les dice que deben crecer en todas estas cosas, y ese crecimiento debe sen manifiesto. Deben crecer €en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 P. 3:18). Al contemplan la gloria del Señor como en un espeja, «omos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, coma par el Espíritu del Señor» (2 Co. 3:18). Esta transformación tendrá el efecto de ponerlos cada vez más lejos del pecado. En ese sentido serán más santificados.

El cristiano puede ser «irreprensible», aunque no se puede decir que no tiene faltas. El niño que con mucho trabajo hace sus primeras letras en un cuaderno es irreprensible en la tarea realizada, pero su trabajo no es perfecto. Podemos caminar en la medida completa de nuestro entendimiento actual; sin embargo, sabemos que no vivimos a la altura de la mayor luz y experiencia que tendremos mañana. Hay perfección dentro de la imperfección. Nosotros, siendo tan imperfectos, tan faltos de madurez, tan dadas al pecada, podemos «permanecen en Él»

3. Santificación definitiva es aquel aspecto relacionado con nuestra perfección final, y la poseeremos en La gloria. Por su gracia y par su poder transformador, Él nos habrá transformada de tal modo —espíritu, alma y cuerpo— que seremos coma él es, seremos «cnformadas a su imagen» Entonces nos hará entrar «prfectos»en la presencia de su gloria. Su esposa estará libre de toda «mncha y arruga» Par lo tanto, es propia que nos «abstengamos de toda apariencia de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Ts. 5:22-23).

PREGUNTAS

1. ¿Por qué es necesario tener una comprensión correcta de la doctrina de la santificación?

2. ¿Cuál es el sentido básico de la santificación en las Escrituras y qué palabras se usan para expresarla?

3. ¿Cuáles son los peligros de interpretar la doctrina de la santificación por la experiencia?

4. ¿Cómo se puede relacionar adecuadamente la doctrina de la santificación con otras doctrinas bíblicas?

5. ¿Hasta qué punto se menciona en la Biblia la santificación en sus diversas formas?

6. ¿Implica la santificación una perfección total en relación al pecado, a una decisión de llegar a la santidad?

7. ¿Hasta qué punto está relacionada la santificación con la calidad de nuestra vida cotidiana?

8. ¿Por qué la santidad no está sujeta a progresos?

9. ¿En qué sentido se dice que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo santifican a las personas?

10. ¿En qué sentido santifica Dios los días, lugares y cosas?

11. ¿En qué sentido puede un hombre santificar a Dios?

12. ¿En qué sentido puede un hombre santificarse a si misma?

13. ¿.Es posible que un hombre santifique personas y cosas?

14. ¿Cómo puede una cosa santificar a otra cosa?

15. ¿Cómo se relaciona la santificación a la purificación de un objeto, en sus diversos usos?

16. ¿Cuáles son los tres aspectos importantes de la santificación?

17. ¿Cómo se efectúa la santificación posicional?

18. ¿Cuál es la relación entre santificación posicional y vida santa en las epístolas doctrinales?

19. ¿Hasta qué punto está la santificación posicional inmediatamente completa para cada hijo de Dios?

20. ¿Cuál es la diferencia entre santificación experimental y santificación posicianal?

21. ¿De qué factores depende la santificación experimental?

22. ¿Qué relación han entre Ia rendición a Dios y la santificación experimental?

23. ¿Qué relación hay entre la santificación experimental y las emociones?

24. ¿Cuál es la relación entre la santificación experimental y la liberación del pecado?

25. ¿Cuales son las tres provisiones de Dios para que el cristiano pueda prevenir el pecado?

26. Hacer un contraste entre el método divino pana la liberación del pecado con el método sugerido de la erradicación de la naturaleza pecaminosa del hombre.

27. ¿Es verdadero afirmar que algunos cristianos han muerto al pecado y otras no?

28. ¿Que significa el mandamiento de que nos «consideremos» muertos al pecado?

29. ¿En qué forma está relacionada la santificación experimental con el crecimiento cristiano?

30. ¿Cuál es la diferencia entre afirmar que un cristiano es «irreprensible» y afirmar que es perfecto?

31. Hacer un contraste entre nuestra experiencia actual de santificación y nuestra santificación definitiva en los cielos.

32. Hacer un contraste entre la posición y estado espiritual actual del creyente y su posición y estado en el cielo.


* Grandes Temas Bíblicos
Libros CLIE -Galvani, 113 -08224 Terrassa (Barcelona)

Cuatro aspectos de la justicia

Una diferencia vital entre Dios y el hombre que la Escritura enfatiza es que Dios es justo (1 Jn. 1:5), mientras que, según Romanos 3:10, el cargo fundamental hecho a los seres humanos es que <>. De la misma manera, una de las glorias de la gracia divina es el hecho de que una justicia perfecta, semejante a la blanca e inmaculada vestidura de una novia, ha sido provista en Cristo y es gratuitamente concedida a todos los que creen en Él (Ro. 3:22).

Las Escrituras distinguen cuatro aspectos de la justicia.

A. DIOS ES JUSTO

Esta justicia de Dios es invariable e inmutable (Ro. 3:25, 26). Él es infinitamente justo en su propio Ser e infinitamente justo en todos sus caminos.

Dios es justo en su Ser. Es imposible que Él se desvíe de su propia justicia, ni siquiera como por una <> (Stg. 1:17). Él no puede mirar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia. Por consiguiente, puesto que todos los hombres son pecadores, tanto por naturaleza como por práctica, el juicio divino ha venido sobre todos ellos para condenación. La aceptación de esta verdad es vital para llegar a un correcto entendimiento del evangelio de la gracia divina.

Dios es justo en sus caminos. Debe también reconocerse que Dios es incapaz de considerar con ligereza o con ánimo superficial el pecado, o de perdonarlo en un acto de laxitud o debilidad moral. El triunfo del evangelio no radica en que Dios haya tratado con lenidad o blandura el pecado; sino más bien en el hecho de que todos los juicios que la infinita justicia tenía necesariamente que imponer sobre el culpable, el Cordero de Dios los sufrió en nuestro lugar, y que este plan que procede de la mente del mismo Dios es, de acuerdo a las normas de su justicia, suficiente para la salvación de todo el que cree en Él. Por medio de este plan Dios puede satisfacer su amor salvando al pecador sin menoscabo de su justicia inmutable; y el pecador, que en sí mismo está sin ninguna esperanza, puede verse libre de toda condenación (Jn. 3:18; 5:24; Ro. 8:1; 1 Co. 11:32).

No es raro que los hombres conceptúen a Dios como un Ser justo; pero donde fallan a menudo es en reconocer que cuando Él efectúa la salvación del hombre pecador, la justicia de Dios no es ni puede ser atenuada.

B. LA AUTOJUSTICIA DEL HOMBRE

En completa armonía con la revelación de que Dios es justo tenemos la correspondiente declaración de que ante la mirada de Dios la justicia del hombre (Ro. 10:3) es como <> (Is. 64:6). Aunque el estado pecaminoso del hombre se revela constantemente a través de las Escrituras, no hay descripción más completa y final que la que se encuentra en Romanos 3:9-18; y debe notarse que, como en el caso de otras evaluaciones bíblicas del pecado, tenemos aquí una descripción del pecado como Dios lo ve. Los hombres han establecido normas para la familia, la sociedad y el estado; pero ellas no son parte de la base sobre la cual él ha de ser juzgado delante de Dios. En su relación con Dios los hombres no son sabios comparándose consigo mismos (2 Co. 10:12). Porque no están perdidos solamente aquellos que la sociedad condena, sino los que están condenados por la inalterable justicia de Dios (Ro. 3:23). Por lo tanto, no hay esperanza alguna fuera de la gracia divina; porque nadie puede entrar en la gloria del cielo si no es aceptado por Dios como lo es Cristo. Para esta necesidad del hombre Dios ha hecho una provisión abundante.

C. LA JUSTICIA IMPUTADA DE DIOS

Como se ha recalcado en las discusiones previas en cuanto a la doctrina de la imputación, la importante revelación de la imputación de la justicia de Dios (Ro. 3:22) es esencial que la comprendamos tanto sobre los principios sobre los cuales Dios condena al pecador como sobre los principios sobre los cuales Dios salva al cristiano. Aunque la doctrina es difícil de entender, es importante comprenderla como uno de los mayores aspectos de la revelación de Dios.

1. El hecho de la imputación es subrayado en la imputación del pecado de Adán a la raza humana con el efecto de que todos los hombres son considerados pecadores por Dios (Ro. 5:12-21). Esto se desarrolla más aún en el hecho de que el pecado del hombre fue imputado a Cristo cuando Él se ofreció coma ofrenda por el pecado del mundo (2 Co. 5:14, 21; He. 2:9; 1 Jn. 2:2). Así también la justicia de Dios es imputada a todos los que creen, para que ellos puedan permanecer delante de Dios en toda la perfección de Cristo. Por causa de esta provisión se puede decir de todos los que son salvos en Cristo que ellos son hechos justicia de Dios en Él (1 Co. 1:30; 2 Co. 5:21). Siendo que esta justicia es de Dios y no del hombre y que, según lo afirma la Escritura, ella existe aparte de toda obra u observancia de algún precepto legal (Ro. 3:21), es obvio que esta justicia imputada no es algo que el hombre pueda efectuar. Siendo la justicia de Dios, ella no puede ser aumentada por la piedad de aquel a quien le es imputada, ni tampoco disminuir por causa de su maldad.

2. Los resultados de la imputación se ven en que la justicia de Dios es imputada al creyente sobre la base de que el creyente está en Cristo por medio del bautismo del Espíritu. A través de esa unión vital con Cristo por el Espíritu el creyente queda unido a Cristo como un miembro de su cuerpo (1 Co. 12:13), y como un pámpano a la Vid verdadera (Jn. 15:1, 5). Por causa de la realidad de esta unión Dios ve al creyente como una parte viviente de su propio Hijo. Por lo tanto, Él ama al creyente como ama a su propio Hijo (Ef. 1:6; 1 P. 2:5), y considera que él es lo que su propio Hijo es: la justicia de Dios (Ro. 3:22; 1 Co. 1:30; 2 Co. 5:21). Cristo es la justicia de Dios; por consiguiente, aquellos que son salvos son hechos justicia de Dios por estar en Él (2 Co. 5:21). Ellos están completos en Él (Co. 2:10) y perfeccionados en Él para siempre (He. 10:10, 14).

3. En las Escrituras se nos dan muchas ilustraciones de la imputación. Dios proveyó túnicas de pieles para Adán y Eva y para obtenerlas fue necesario el derramar sangre (Gn. 3:21). A Abraham le fue imputada justicia por haber creído a Dios (Gn. 15:6; Ro. 4:9-22; Stg. 2:23), y como los sacerdotes del tiempo antiguo se vestían de justicia (Sal. 132:9), así el creyente es cubierto con el manto de la justicia de Dios y será con esa vestidura que estará en la gloria (Ap. 19:8).

La actitud del apóstol Pablo hacia Flemón es una ilustración tanto del mérito como del demérito imputado. Refiriéndose al esclavo Onésimo, dice el apóstol: <> (Flm. 17, 18; cf. también Job 29:14; Is. 11:5; 59:17; 61:10).

4. La imputación afecta la posición y no el estado. Existe, por lo tanto, una justicia de Dios, que nada tiene que ver con las obras humanas, que está en y sobre aquel que cree (Ro. 3:22). Esta es la posición eterna de todos los que son salvos. En su vida diaria, o estado, ellos se hallan muy lejos de ser perfectos, y es en este aspecto de su relación con Dios que deben <> (2 P. 3:18).

5. La justicia imputada es la base de la justificación. De acuerdo a su uso en el Nuevo Testamento, las palabras <> y <> vienen de la misma raíz. Dios declara justificado para siempre a aquel que Él ve en Cristo. Este es un decreto equitativo, ya que la persona justificada está vestida de la justicia de Dios. La justificación no es una ficción o un estado emotivo; sino más bien una consideración inmutable en la mente de Dios. Al igual que la justicia imputada, la justificación es por fe (Ro. 5:1), por medio de la gracia (Tit. 3:4-7), y se hace posible a través de la muerte y resurrección de Cristo (Ro. 3:24; 4:25). Es permanente e inmutable, pues descansa solamente en los méritos del eterno Hijo de Dios.

La justificación es más que el perdón, porque el perdón es la cancelación de la deuda del pecado, mientras que la justificación es la imputación de justicia. El perdón es negativo (supresión de la condenación), en tanto que la justificación es positiva (otorgamiento del mérito y posición de Cristo).

Al escribir de una justificación por medio de obras, Santiago se refería a la posición del creyente delante de los hombres (Stg. 2:14-26); Pablo, escribiendo de la justificación por la fe (Ro. 5:1), tenía en mente la posición del creyente delante de Dios. Abraham fue justificado delante de los hombres demostrando su fe por medio de sus obras (Stg. 2:21); asimismo, él fue justificado por fe delante de Dios por la justicia que le fue imputada (Stg. 2:23).

D. LA JUSTICIA IMPARTIDA POR EL ESPIRITU

Lleno del Espíritu, el hijo de Dios producirá las obras de justicia (Ro. 8:4) del «fruto del Espíritu» (Ga. 5:22-23) y manifestará los dones para el servicio que le han sido dados pon el Espíritu (1 Co. 12:7). Se establece claramente que estos resultados se deben a la obra que el Espíritu realiza en y a través del creyente. Se hace referencia, por tanto, a un modo de vida que en un sentido es producido por el creyente; mejor dicho, es un modo de vida producido a través de él por el Espíritu. Para aquellos que <>, la justicia de la ley, la cual en este caso significa nada menos que la realización de toda la voluntad de Dios para el creyente, se cumple en ellos.

Esto nunca podría sen cumplido por ellos. Cuando es realizada por el Espíritu, ella no es otra cosa sino la vida que es la justicia impartida por Dios.

PREGUNTAS

1. Con relación a la justicia, ¿qué diferencia hay entre Dios y el hombre?

2. ¿Cuáles son los cuatro aspectos de la justicia revelados en las Escrituras?

3. ¿En qué sentidos Dios es completamente justo?

4. ¿Hasta qué punto llega el hombre en su auto justicia y por qué ésta es insuficiente?

5. ¿Por qué es necesaria para el hombre la justicia imputada de Dios?

6. ¿Cuáles son los resultados de la imputación de justicia en el hombre?

7. Proporcionar algunas ilustraciones bíblicas de la imputación.

8. ¿De qué manera afecta la imputación la posición y el estado ante Dios?

9. ¿Cómo se relaciona la justicia imputada con la justificación?

10. Contrastar la justificación y el perdón.

11. ¿Cuál es la diferencia entre la justificación por las obras y la justificación por la fe?

12. ¿Hasta qué punto se extiende la justicia impartida por el Espíritu?


* Grandes Temas Bíblicos
Libros CLIE -Galvani, 113 -08224 Terrassa (Barcelona)

Salvación del poder del pecado

A. LIBERACION DEL PECADO UNICAMENTE PARA LOS CRISTIANOS.

Puesto que la salvación del poder del pecado es una provisión de la gracia de Dios para los que ya son salvos de la culpa y de la pena del pecado, la doctrina que en este capítulo consideramos se limita en su aplicación solamente a los regenerados. Aunque ya están salvos y seguros en Cristo, los cristianos tienen todavía la disposición a pecar y cometer pecados. De esto tenemos pruebas abundantes en las Escrituras y en la experiencia humana. Basándose en el hecho de que los cristianos pecan, el Nuevo Testamento procede a explicar cuál es el camino divinamente trazado para que el hijo de Dios se libere del poder del pecado.

Por suponer que el cristiano no debiera pecar ni tener la inclinación al pecado, muchos creyentes que no han alcanzado la madurez espiritual se alarman y confunden —y aun dudan de su salvación— cuando descubren en su vida el poder dominante del pecado. Es una actitud positiva que se preocupen del pecado, debido a la ofensa que éste ocasiona a la santidad de Dios; pero en lugar de poner en duda su salvación o entregarse a la práctica del pecado, debieran escudriñar lo que Dios en su gracia ha provisto para que los suyos puedan liberarse del dominio del pecado.

Con excepción del plan de salvación no hay otro tema más importante que demande un conocimiento cabal por la mente humana que el plan divino por el cual un cristiano puede vivir para la gloria de Dios. La ignorancia y el error pueden resultar en un trágico error espiritual. En la predicación del evangelio existe una gran necesidad de claridad en la exposición de la doctrina bíblica de la salvación del poder del pecado.

B. EL PROBLEMA DEL PECADO EN LA VIDA DE UN CRISTIANO.

Habiendo recibido la naturaleza divina (2 P. 1:4), pero reteniendo todavía la naturaleza antigua, cada hijo de Dios posee dos naturalezas; la una es incapaz de pecar, y la otra es incapaz de practicar la santidad. La antigua naturaleza, algunas veces llamada «pecado» (significando la fuente del pecado) y «viejo hombre», es una parte de la carne; porque, según el uso de la Escritura, el término carne, cuando se usa en su sentido’ moral, se refiere al espíritu y al alma, como también al cuerpo, especialmente en el caso del hombre no regenerado. Por esto es que el apóstol declara: «Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien» (Ro. 7:18). Por otra parte, teniendo en vista la naturaleza divina que es impartida al creyente, el apóstol Juan dice: «Todo aquel que es nacido de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios» (1 Jn. 3:9). Este versículo enseña que todo cristiano que ha nacido de Dios no practica el pecado (el verbo en. el tiempo presente implica una acción continua). Sin embargo, debe observarse que es en esta misma epístola donde se advierte a cada hijo de Dios que no pretenda no poseer una naturaleza pecaminosa (1:8) o que no ha cometido pecado (1:10).

Estas dos Fuentes de actividad que el cristiano tiene en sí mismo se consideran también en Gálatas 5:17, donde tanto el Espíritu Santo y la carne están activos en incesante y mutuo conflicto: «Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen el uno al otro.» El apóstol no se está refiriendo en estas palabras al cristiano carnal, sino al que es más espiritual, y aun al que no está satisfaciendo la concupiscencia de la carne (Gá. 5:16). Este conflicto existe ciertamente en el cristiano espiritual, y si él se ve libre de los efectos y concupiscencias de la carne, es porque está caminando bajo la dirección del Espíritu.

C. La ley como una norma de vida.

Para comprender el programa de Dios para la liberación del poder del pecado, es importante distinguir entre la ley y la gracia como reglas de vida. La palabra «ley» se usa en la Escritura con muchos sentidos diferentes. Algunas veces se usa como regla de vida. Cuando se usa en este sentido, la palabra tiene varios significados.

1. Los Diez Mandamientos; escritos por el dedo de Dios sobre tablas de piedra (Ex. 31:18).

2. Todo el sistema de gobierno de Israel que incluía los mandamientos (Ex. 20:1-26), las leyes (Ex. 21:1 - 24:11) y las ordenanzas (Ex. 24:12 - 31:18).

3. Los principios de gobierno del aun futuro reino del Mesías sobre la tierra, los cuales están contenidos en la Ley y los profetas (MT. 5:1 - 7:29; Cf. 5:17, 18; 7:12).

4. Algunos aspectos de la voluntad revelada de Dios a los hombres (Ro. 7:22, 25; 8:4).

5. Algunas reglas de conducta establecidas por los hombres para su propio gobierno (Mt. 20:15; Lc. 20:22; 2 Ti. 2:5). La palabra «ley» es usada también algunas veces como una fuerza en operación (Ro. 7:21; 8:2).

6. En el Antiguo Testamento especialmente, la ley es presentada también como un pacto de obras. Bajo este concepto de ley, su alcance se extiende más allá de los escritos del sistema mosaico, e incluye toda acción humana intentada (en conformidad a la enseñanza de la Escritura o no) con el objeto de conseguir el favor de Dios. La fórmula de la ley es:

«Si hacéis el bien, yo os bendeciré.» Así, el ideal supremo de una buena conducta —si se emprende con el propósito de conseguir el favor de Dios en lugar de ser una manifestación de la seguridad del favor por medio de Cristo— se convierte en algo puramente legal en su carácter.

7. La ley se presenta también como un principio de dependencia sobre la carne. La ley no provee capacidad para su observancia. No se esperaba más de sus mandamientos de lo que el hombre natural podía hacer. Sin embargo, todo lo que es acometido en la carne, es legal en su naturaleza: los mandamientos contenidos en la ley, las exhortaciones de la gracia, o cualquier actividad espiritual.

D. La gracia como regla de vida.

Para el hijo de Dios bajo la gracia, cada aspecto de la ley ha sido eliminado (Jn. 1:16, 17; Ro. 6:14; 7:1-6; 2 Co. 3:1-18; Gá. 3:19-25; Ef. 2:15; Col. 2:14).

1. Las ordenanzas legales del sistema mosaico y los mandamientos instituidos para el gobierno del reino no son ahora las guías principales del cristiano. Han sido reemplazados por una regla de conducta nueva y de gracia que incluye en sí misma todo lo que es vital en la ley, aunque la reafirma bajo el orden y el carácter de la gracia.

2. El hijo de Dios bajo la gracia ha sido liberado del peso de un pacto de obras. Ahora él no lucha para ser aceptado, sino que es libre como uno que es aceptado en Cristo (Ef. 1:6).

3. El hijo de Dios no está llamado ahora a vivir por la energía de su propia carne. El ha sido liberado de este rasgo de la ley y puede vivir en el poder del Espíritu. Desde que la ley escrita fue dada a Israel, ella pudo liberarse de los mandamientos escritos de Moisés solamente por la muerte de Cristo. Sin embargo, tanto el judío como el gentil fueron liberados por esa muerte del desesperado principio del mérito humano y del vano esfuerzo de la carne.

4. En contraste con la ley, la palabra «gracia» se refiere al favor inmerecido que representa el método divino de tratamiento con el hombre que fue introducido con Adán. Bajo la gracia, Dios no trata a los hombres como ellos se lo merecen, sino que con una misericordia y gracia infinitas, sin hacer referencia• a lo que realmente merecen. Esto es libre de hacerlo sobre la base de que el justo castigo por el pecado, que de otro modo su santidad podría imponer sobre los pecadores como retribución a sus hechos, fue satisfecho por el Hijo de Dios.

Aunque el pueblo de Israel experimentó la gracia de muchas maneras, como regla de vida ellos pasaron de una relación de gracia con Dios a una relación legal con Dios. Cuando aceptaron la ley, como se aprecia en Éxodo 19:3-25, ellos neciamente presumieron que podrían guardar la ley de Dios completamente ignorando su necesidad de la gracia como la única base posible de ser aceptado delante de Dios. La experiencia de Israel bajo la ley, por consiguiente, demuestra a todos los hombres la imposibilidad de ser liberado del poder del pecado por medio de la ley como principio.

5. En contraste con la ley, la gracia es revelada en tres aspectos diferentes: a) salvación por gracia, b) seguridad por medio de la gracia, y c) la gracia como una regla de vida para el salvado.

a) Dios salva a los pecadores por gracia, y no hay otro camino de salvación ofrecido a los hombres (Hch. 4:12). La gracia salvadora es el amor sin límites y libre de Dios por el perdido en conformidad con las exactas e invariables demandas de su propia justicia a través del sacrificio sustitutorio de Cristo. La gracia es más que el amor; es amor que libera y hace al cristiano triunfante sobre el justo juicio de Dios contra el pecador.
Cuando El salva a un pecador por gracia, es necesario que Dios termine con cada pecado, porque de otro modo éstos demandarían un juicio y así dificultarían su gracia. Esto es lo que El ha hecho en la muerte de su Hijo. También es necesario que cada obligación sea satisfecha, con este objeto la salvación ha sido efectuada como un absoluto regalo de Dios (Jn. 10:28; Ro. 6:23; Ef. 2:8). Además, es necesario que todo mérito humano sea eliminado, para que ninguna cosa que Dios realice esté basada en ningún modo en los méritos de los hombres y no en su gracia soberana solamente (Ro. 3:9; 11:32; Gá. 3:22). Ya que todo elemento humano está excluido, el evangelio de la gracia es la proclamación de la gracia poderosa, redentora y transformadora de Dios, la cual ofrece vida y gloria eternas a todo aquel que cree.
b) El programa divino de la seguridad por medio de la gracia demuestra que únicamente por medio de la gracia Dios guarda a aquellos que son salvos. Habiendo provisto un camino por el cual El puede actuar libre de sus propias demandas de justicia contra el pecado; habiendo dispuesto la retribución de cada acción humana, y habiendo puesto a un lado eternamente todo mérito humano, Dios ha de continuar el ejercicio de su gracia hacia el salvado para darle la seguridad de su protección eterna. Esto es lo que El hace y al hijo de Dios se le dice que está en la gracia (Ro. 5:2;1 P. 5:12).
c) Dios también provee una regla de vida para el salvado basada únicamente en el principio de la gracia. Dios enseña a aquellos que están salvados y seguros la manera cómo deben vivir en la gracia y cómo vivir para su eterna gloria. Del mismo modo como la ley ha provisto una completa regla de conducta para Israel, así Dios ha provisto una completa regla de conducta para el cristiano. Puesto que todas las reglas de vida que están presentadas en la Biblia son completas en sí mismas, no es necesario que sean combinadas. Por lo tanto, el hijo de Dios no está bajo la ley como una regla de vida, sino bajo los consejos de la gracia. Lo que él hace bajo la gracia no tiene como objetivo conseguir el favor de Dios, sino porque él ya ha sido aceptado en el Amado. El no está confiando en la energía de la carne, sino en la manifestación del poder del Espíritu. Es una vida que se vive sobre el principio de fe: «Mas el justo por su fe vivirá.» Estos principios están declarados en los evangelios y en las epístolas.

E. EL UNICO CAMINO DE VICTORIA.

Se han sugerido varias enseñanzas que pretender señalar el camino por el cual el cristiano puede liberarse del poder del pecado.

1. Se ha dicho que el cristiano será impulsado a vivir para la gloria de Dios si observa suficientes reglas de conducta. Este principio legalista está condenado al fracaso porque hace que la victoria dependa de la misma carne de la cual se busca la liberación (Ro. 6:14).

2. Se ha afirmado muchas veces que el cristiano debe buscar la erradicación de la vieja naturaleza, para así quedar permanentemente libre del poder del pecado. Pero esta teoría tiene sus objeciones:

a) No hay base bíblica para la enseñanza de que la naturaleza adámica pueda erradicarse.
b) La vieja naturaleza es una parte de la carne, y es claro que ella debe tratarse en la misma forma en que Dios trata a la carne. La carne es uno de los tres poderosos enemigos del cristiano: el mundo, la carne y el Diablo. Dios no erradica el mundo, o la carne, o el Diablo; pero provee la victoria sobre estos enemigos, por medio del Espíritu (Gá. 5:16; 1 Jn. 4:4; 5:4). De manera semejante, El da la victoria sobre la vieja naturaleza, por medio del Espíritu (Ro. 6:14; 8:2).
c)
Ninguna experiencia humana actual confirma la teoría de la erradicación, y si esta teoría fuera verdadera, los padres en este estado engendrarían hijos no afectados por la caída.
d) Cuando se acepta la teoría de la erradicación no hay lugar ni significado alguno para el ministerio del Espíritu que mora en cada hijo de Dios. Muy por el contrario, los cristianos más espirituales son advertidos de la necesidad de andar en el Espíritu, rindiéndose a la voluntad de Dios, impidiendo que el pecado reine en sus cuerpos mortales, mortificando las obras de la carne y permaneciendo en el Señor.

3. Algunos cristianos suponen que, aparte del Espíritu y simplemente por el hecho de que ya son salvos, podrán vivir para la gloria de Dios. En Romanos 7:15 - 8:4 el apóstol testifica de su propia experiencia con esta teoría. El afirma que conocía lo que era el bien, pero él no sabía cómo llevar a cabo lo que conocía (7:18). Por lo tanto, llegó a las siguientes conclusiones:

a) Que aun cuando él procuraba hacer lo mejor, era siempre derrotado por una ley que aún estaba presente en sus miembros, rebelándose contra la ley de su espíritu (7:23);
b) que su estado era espiritualmente miserable (7:24); c) que, aun cuando ya era salvo, lo que le dio la libertad fue la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, y no sus propias obras (8:2);
d)
que la completa voluntad de Dios se cumple en el creyente, pero nunca por el creyente(8:4).

En Romanos 7:25 se declara que la libertad del poder del pecado viene por medio de Jesucristo nuestro Señor. Puesto que se trata de un problema que atañe a la santidad de Dios, la liberación del poder del pecado puede venir solamente por medio de Jesucristo. El Espíritu Santo no podría ejercer dominio sobre una naturaleza caída que todavía no estuviese juzgada; pero en Romanos 6:1-10 se afirma que la naturaleza caída del creyente fue ya juzgada al ser crucificada, muerta y sepultada con Cristo, lo que hizo posible para el Espíritu dar la victoria. Debido a esta provisión de la gracia de Dios, el creyente puede caminar en el poder de un nuevo principio de vida que consiste en dependen solamente del Espíritu, reconociéndose a sí mismo muerto en verdad al pecado (6:4, 11). Por lo tanto, la liberación del poder del pecado es por el Espíritu y por medio de Cristo.

F. Victoria por el Espíritu Santo.

Como se ha dicho en los estudios anteriores sobre la doctrina del Espíritu Santo, un creyente puede ser liberado del poder del pecado por el Espíritu Santo.

«Si estáis caminando por medio del Espíritu, no satisfaréis los deseos de la carne» (Gá. 5:16, lit.). La salvación del poder del pecado, al igual que la salvación de la pena del pecado, es de Dios y, desde un punto de vista humano, depende de una actitud de fe, así como la salvación de la pena del pecado depende de un acto de fe. El que ha sido justificado vivirá por fe —fe que depende del poder de otro— y la persona justificada no conocerá una época en esta vida cuando necesite depender menos del Espíritu.

Existen tres razones para una vida de dependencia del Espíritu.

1. Bajo las enseñanzas de la gracia el creyente se encuentra ante una norma de vida que humanamente es imposible alcanzar. Siendo un ciudadano de los cielos (Fil. 3:20, un miembro del cuerpo de Cristo (Ef. 5:30) y un miembro de la familia de Dios (Ef. 2:19; 3:15), el cristiano es llamado a vivir de acuerdo a su elevada posición celestial. Puesto que este modo de vida es sobrehumano (Jn. 13:34; 2 Co. 10:5; Ef. 4:1-3, 30; 5:20; 1 Ts. 5:16-17; 1 P. 2:9), el hijo de Dios debe depender completamente del Espíritu que mora en su corazón (Ro. 8:4).

2. El cristiano se enfrenta a Satanás, el príncipe de este mundo. A causa de esto, debe fortalecerse en «el Señor y en el poder de su fuerza» (Ef. 6:10-12; 1 Jn. 4:4; Jud. 9).

3. El cristiano posee la vieja naturaleza, la cual le es incapaz de controlar.

La Escritura revela que no solamente Dios nos salva de la culpa del pecado, sino que también nos libera del poder del pecado. Finalmente, cuando el cristiano se encuentre en el cielo, será liberado de la presencia del pecado.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué la liberación del pecado es para los cristianos únicamente?

2. ¿Hasta qué punto el pecado es un problema para los cristianos?

3. ¿Qué evidencia se da en la Escritura de que el cristiano tiene dos naturalezas?

4. ¿De qué manera se relaciona el Espíritu Santo con la vieja naturaleza?

5. ¿Cuáles son algunos de los sentidos en que la palabra «ley» es usada en la Biblia?

6. ¿Hasta qué punto falla la ley en proporcionar capacidad para su observancia?

7. ¿Por qué el cristiano no está bajo el sistema de la ley mosaica?

8. ¿Por qué un cristiano no lucha para ser aceptado por Dios?

9. ¿Por qué un hijo de Dios no debe intentar vivir por medio de la energía de su propia carne?

10. Comparar las relaciones de Israel con la gracia como regla de vida con la relación de la iglesia con la gracia como regla de vida.

11. ¿Hasta qué punto se revela la gracia en la «salvación por gracia», y cuál es la parte de Dios?

12. ¿Cómo se relaciona la gracia con la seguridad de un creyente?

13. ¿De qué manera es la gracia una regla completa de vida?

14. ¿Por qué es la ley un principio destinado al fracaso?

15. ¿Qué objeciones pueden hacerse ante la teoría de que la antigua naturaleza puede ser erradicada?

16. ¿Por qué es erróneo el planteamiento de que solamente porque uno es salvo puede llevar una vida cristiana fácil?

17. ¿A través de qué medios es posible la liberación del poder del pecado y cómo está relacionada a Jesucristo y al Espíritu Santo?

18. ¿De qué manera la salvación del poder del pecado depende de la fe?

19. ¿De qué forma las inalcanzables normas de vida para un creyente hacen necesaria una vida de dependencia del Espíritu que mora en el creyente?

20. ¿De qué forma el poder de Satanás se relaciona con la liberación del creyente?

21. ¿Por qué se necesita la liberación del poder de la antigua naturaleza?

22. Contrastar el alcance presente de la liberación del pecado con el que existirá en el cielo.


* Grandes Temas Bíblicos
Libros CLIE -Galvani, 113 -08224 Terrassa (Barcelona)